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De Iyawó a Adelabí...

Hace años atrás te hubiera dicho que jamás de los jamases me iniciaría en una religión o tradición fuera de lo que ya conocía.  Nunca podría haberme imaginado vistiendo todos los días de blanco, con collares y otras cosas más.  En mi vida se me había pasado por la cabeza que sería un “Iyawo” algún día.  Pero las cosas pasan por alguna razón y el destino nos lleva a donde finalmente debemos estar, ¿o me equivoco? Siempre tuve una idea errada de lo que era la “Santería” o como se debe decir correctamente “Regla de Osha”.  Tal vez por conceptos y preceptos equivocados de lo que las demás personas hablan y uno se le queda grabado.  Por no darse a la tarea de educarse primero y aceptar por cierto que “eso es malo” o que “esa gente es tan primitiva”.  Poco uno sabe si no se educa y vive el proceso.  Lo que decidí hacer al empezar a escuchar a santeros mayores hablar y hasta en mi primera vez en un “güiro”.  Una vez te adentras, abres los ojos a una nueva realidad donde comienzan los cambios
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Cortando El Hilo Rojo

¿Qué sucede cuando estás cansado de esperar por el destino? ¿Que llegue la otra persona que está al otro lado del hilo rojo?  ¿Cuando estás dispuesto a coger una tijera y cortarlo?  ¿Es posible llegar a tal punto de aborrecer la idea de que en algún lugar está esa persona o que simplemente naciste sin ese afamado hilo? Es mi creencia de que cada uno está conectado con un hilo rojo a otra persona.  Que no importa donde, ni cuando, siempre estarán conectados.  Que no solo es un hilo rojo.  Son varios.  Te conectan con familiares, amigos, amores.  Vivimos conectados a cada persona y por eso podemos explicar porque las conexiones y siempre terminamos gravitando alrededor de las mismas personas, aun cuando desaparecen por mucho tiempo y se vuelven a encontrar. Pero ¿qué pasa cuando ya estás cansado de esperar? Es posible que nunca llegue la persona al otro lado de ese hilo?  ¿Qué tal si… lo corto?  Pues supuestamente no es posible.  Por más que se enrede el hilo, por más vueltas que de, es

Escribo...

  ¿Sabes por qué escribo? Escribo porque tengo el poder.  Porque nadie puede detenerme y decirme "ah! Eso me pasó y peor!".  Porque tengo el control de mi narración y no tengo el temor de ser interrumpido a medio expresar. Escribo porque tengo la habilidad de escuchar. Tengo el don de canalizar mis pensamientos y enfocarlos.   Escribo porque es mi forma de desahogo. Es mi arte. Es mi método de sanar… o destruirme.   Escribo porque si me lees o no, no importa.  Lo que sí importa es que escribo porque me nace, porque sale lo que hablando no puedo decir con fluidez.  Escribo porque al final, tienes que leerlo todo para poder responderme, al contrario de recibir un alto en mi medio hablar. Escribo porque sí. Carlos J. 11/17/22

Algunas Veces Solo Necesitamos Que Alguien Nos Escuche

  Algunas veces no somos conscientes del impacto que tenemos en las otras personas con nuestras acciones o palabras.   No medimos el daño que podemos provocar en alguien.   No sabemos lo que sucede en la cabeza de esa persona y si con una palabra o gesto podemos destruirla o salvarla. Nos llegan personas que de alguna forma u otra necesitan ser escuchadas.   Tienen algo que decir y tal vez, tenemos algo que aprender de ellas si aprendemos a escuchar.   Nunca sabemos las guerras y batallas que una persona pueda estar librando en su mente para mantenerse a flote.   Cuanto le puede estar costando el hecho de poner una sonrisa ante el mundo cuando sienten que por dentro se están desbaratando.   Que entreguen al mundo su gentileza, amabilidad y bondad y reciban solo desprecio y ese sentimiento de hacerlos sentir menos. Desde que emprendí el camino espiritual por el que ando, e notado muchos cambios, y aunque siempre las personas suelen abrirse conmigo y contarme

Cuando El Amor Propio No Da Para Más

A veces el amor propio también se agota.  Se agota al igual que el amor que podemos sentir hacia algo o alguien.  No debería suceder, pero pasa.  Es ese momento donde nos miramos en el espejo y vemos a la peor persona del mundo.  Cuando comenzamos a creer en todas las cosas malas que nos han dicho de nosotros mismos.  Cuando empezamos a sentir que no valemos  nada, que todo lo que hacemos es en vano y que no importa cuánto nos esforcemos, seremos esa persona mediocre que vemos en el reflejo. Debería ser diferente, ¿verdad?  El amor propio debería ser inagotable, una fuente que emana ese sentimiento de autosatisfacción que nunca se acaba y nos ayuda a ver en medio de las tinieblas.  ¿Pero qué pasa cuando se está agotando o se agotó?  Fácil, “debemos pensar en lo bueno que tiene la vida”, “en todas las cosas buenas y hasta donde hemos llegado”, en fin, todo ese discurso para que busques “dentro de ti” algo que ya no existe. Es ese momento donde comenzamos a buscar personas, cosas o situa

De Estudiantes y Maestros, Todos Tenemos un Poco

Pues aunque no lo crean, si.  Todos, cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande tiene algo que aprender y qué enseñar.  No por que seas joven significa que no puedes enseñar a alguien mayor o porque seas el más viejo del grupo significa que tienes algo que enseñar y nada que aprender.  Es en la vida diaria que nos damos cuenta que a lo largo de nuestro recorrido aprendemos y seguimos aprendiendo.  Y de eso que aprendimos es lo que nos da experiencia para poder demostrar o ayudar a quien más nos necesita en un momento dado. No, no hablo específicamente de la relación maestro/estudiante de la cual aprendemos ciencias, matemáticas, español, inglés, ciencias sociales, estadísticas o cualquier otra cosa que tenga que ver con algún conocimiento académico o técnica laboral.  No se trata de que seamos los más eruditos en una materia y nos sentemos a explicar como se formó el universo o cuanto es la raíz cuadrada de 15.  Tampoco de quien en el trabajo sepa más que uno sobre

Mi Oscuridad

Todos nos alaban nuestro lado amable, afable, amigable.  ¿Pero que tal del lado que nadie ve o que solo ven cuando no estamos de buen humor?  Ese lado lleno de oscuridad, de dolor, de depresión, de ira, de rabia, de remordimientos, de traumas…  Que pena que ese lado nunca podemos demostrarlo por miedo a parecer malas personas, incoherentes incluso incomprensibles. Estar rodeados de todo lo que nos llena pero sentirnos solos.  Sentirnos alejados de toda realidad que simplemente queremos estar solos, solos con nosotros mismos.  Estar alrededor de personas y a la misma vez estar con nadie.  Nada ni nadie nos llena un vacío que llevamos por dentro tal vez desde hace años y solo fingimos una sonrisa para evitar las preguntas inoportunas e incómodas. ¿Qué tiene de malo entonces retirarse y mostrar un lado oscuro que todos tenemos?  Retirarnos un momento, sufrir en silencio, sin que nadie nos juzgue.  Sin que nadie minimice nuestros sentimientos como suelen hacer… “¿Pero por qué te sientes as